lunes, 23 de agosto de 2010

Ganas de bailar


Entro al supermercado del pueblo donde vivo y están tocando Love Shack de los B 52. Mientras busco cebollines tengo unas desesperadas ganas de bailar y bailar, frente a la góndola de yogurt y mantequilla y productos con lacto bacilos; de bailar frente a las latas de atún. Quiero bailar.
  Moverme y descargar sobre la cerámica del rejunte de carnes y galletas y, que los carniceros ni se inmuten...
creo que, si me sacudo, lanzaré al vacío millones de cosas estancadas.
Quiero ver caer las esquizofrenias de un par de pendientes.
 Quiero bailar como cuando él se iba al trabajo y me quedaba sola, a cargo de la necesidad de salir de la jaula de oro, convertida en águila, nada de "Caturritas" o "Canaritas" mucho menos lorita. No repito boludeces...bueno a veces si lo hago. Pero igual quiero bailar.
  Bailar como cuando recibía las cartas de Pessoa desde Nueva York y, me enteraba que los hombres son tan dulces, tan dulces y blandos como para entregarles la parte muerta del corazón y que la reanimen.
Uno de sus textos:
"No se, carissima,
serán hilvanes distintos pero el corralito
coincide.
las anchoas se repelen en la fosa común de la latita,
que se parece al acto del amor,
aceitosas y en estrecho contacto. ¿me puedo reír?
Quisiera devolución de la pureza imbécil de antaño, pero tengo a cambio una ciudad llena de luces doradas y negras sobre un tejido blanco como nieve o miel..."

  Quiero Bailar

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